En seguida encontré los dos pilares que quedan en pie, vi piedras caídas al suelo cubiertas de musgo verde, las huellas de una escalera pero nada realmente interesante. Decepcionada seguí mi camino hacia una casita en cuyo jardín florecen en mayo decenas de lilos. La rodeé, escuché unos pajaritos, admiré la duna de San Carlos a la derecha.... y decidí volver a casa cogiendo un atajo. Y allí la vi. Vi la escalera monumental de la que me había hablado Pepe y no me pude resistir. Encontré un hueco en el muro y entré. De la escalinata sólo queda un cuerpo con su pasa mano de piedra y su remate en forma de punta de diamante; está en mal estado y amenaza derrumbarse. A sus pies está la fuente, polilobulada con forma de trébol, espectacular. La vegetación lo ha invadido todo, encinas, lilos, zarzas dándole un aire romántico entrañable. Me quedé un largo rato saboreando este rincón e imaginando su esplendor pasado antes de emprender definitivamente mi viaje de vuelta.
Os regalo estas fotos.